Centro de Investigacion DAR

La conquista mas grande empieza en ti: Descubre cómo se logra

Josemaría Córdova

No sé si a ustedes les ha ocurrido, pero a mí con frecuencia me asaltan momentos de extraordinario asombro al observar las cosas que nos rodean, sus estructuras, funciones y complejidades, ¿Cómo es posible por ejemplo que en segundos estemos conectados con personas que están al otro lado del mundo? 

Hasta hace unos años para comunicarme con un amigo que vive en España debía tomar un papel cuadriculado doble hoja y un lapicero tinta líquida, escribir lento con el esfuerzo de una caligrafía legible, meter el texto dentro de un sobre, describir el remitente y destinatario, el país, la ciudad, y los datos precisos de donde debía llegar mi carta, luego debía dirigir el sobre a la oficina postal de mi ciudad, para que con suerte en unos días llegue al otro lado del charco, pero esto que describo que pareciera arrancado una película en blanco y negro de comienzos del siglo XIX, ha sido parte de la normalidad del hombre de a pie de hace 20 años. 

Otro ejemplo de la “generación old” como nos llaman hoy los adolescentes lo constituía la famosa tarjeta 147, ¿y qué era esto? pues la solución a las llamadas nacionales o internacionales de más de veinte minutos, la conseguías en bodegas por tres, cinco, diez soles,etc; y como si se tratara de un capítulo de Sherlock Holmes al rasparla aparecía un código secreto con el que podías luego hacer la mágica llamada larga a quien se te diera la gana. 

Sin embargo hoy nada de esto ocurre, en cincuenta años habrá en museos tarjetas 147, cartas, postales, lápiceros, etc, y es que si ahora deseas comunicarte con tu mamá que está en el cuarto contiguo, o tu amigo que está en otro continente basta con solo sacar el smartphone del bolsillo y en segundos no sólo puedes llamar en tiempo real sino que incluso puedes hacer una videollamada por wsp, messenger, meet, zoom, etc, o si tan sólo deseas enviar un audio, una grabación de video, un emoticon, un sticker o el último de los memes. 

Y es que pareciera que las tecnologías de este siglo han venido a conquistarlo todo , y que la generación “old”está ya un poco obsoleta en materia virtual, hoy los niños nacen con capacidades digitales que en poco tiempo serán competencias bien desarrolladas, estamos y es obvio, delante de nativos tecnológicos, que antes de un biberón tienen entre sus manos una tablet, un iphone. 

¿Pero existe algo que el hombre de esta generación no haya conquistado? ¿existe un área virgen que aún hoy en la era de la virtualidad no haya sido penetrada por la inteligencia humana? 

Pues con pena pienso que de tanto andar conquistando hacia afuera nos olvidamos de conquistar hacia adentro, de tanto tecnologizar el mundo nos hemos terminando deshumanizando nosotros. 

Es preocupante que el ser que pisó la luna y que crea robots, iphones e instala satélites en el espacio, siga matando el planeta, botando basura, tirando plástico, traficando drogas, sometiendo a trata de personas, robando a diestra y siniestra, violando a mujeres y niños, maltratando animales, ¿Cómo es posible que pueda conquistar el mundo con las tecnologías y generar tanta barbarie? ¿Cómo es posible que después de miles de años la conquista personal siga siendo sólo para unos pocos una meta lograda? 

Existe una desarticulación preocupante entre el obrar y el ser, se exalta hoy tanto el éxito identificándolo con poseer bienes, mientras nos desposeemos de lo más valioso que tenemos, nosotros mismos, hemos canjeado nuestra humanidad por servir irracionalmente a las cosas, nos hemos deshumanizado en aras de un modernismo absurdo y progre. 

Y claro que la tecnología es una conquista, claro que tener bienes es una aspiración sana, así como también lo es crecer profesionalmente, pero si sólo medimos el éxito bajo criterios como la inteligencia personal, las competencias digitales y comunicativas, o por los títulos humanos, mientras en casa o a nivel social no somos más que dardos que siembran discordia, intolerancia y engaño, sólo estamos demostrando que a pesar de veintiún siglos transcurridos no somos sino los más grandes conquistadores del mundo, pero lo más grandes esclavos de nuestra propia miseria. Hacemos mucho pero no somos nada, tenemos ciencia pero hemos botado a la basura la conciencia, Somos los señores del mundo, pero no de nosotros mismos.

El crecimiento científico debe seguir su curso, no hablo que debamos estancarlo, pero si es bueno que como seres pensantes nos detengamos a analizar ya mismo, si es realmente proporcional el despegue tecnológico moderno que vivimos, con el dominio y conquista personal, sólo se crece hacia afuera cuando primero se crece por dentro, cuando los seres humanos acompañan su despliegue tecnológico con una maduración en la conciencia, en las relaciones humanas, cuando se es respetuoso de la dignidad humana, tolerante y dialogante, cuando se está abierto a la solidaridad, la paz y el bien común, cuando se ha desterrado del corazón el odio, la discriminación, la violencia. 

¿De qué vale conquistar el mundo cuando el ser, el interior, el corazón sigue atado, enmohecido, esclavo?,¿ de qué sirve tener competencias tecnológicas, digitales si no hay humanidad? ¿De qué sirven los satélites en el espacio para el acceso a internet mundial y mejora de las comunicaciones si hoy en la mesa ya nadie habla? 

Este mundo es maravilloso, y las conquistas grandiosas, sería terrible condenarlo todo, sería egoísta no reconocer los logros, pero también es justo preguntarse si este mundo ávido de conocimiento y henchido de ciencia y tecnología , ha crecido hacia dentro. Porque si el crecimiento es sólo en recursos, y la humanidad sigue miserable, estamos de verdad caminando hacia atrás, estamos conquistando el mundo, pero abandonando la casa, cuidando lo que no nos pertenece y dejando morir lo que sí es nuestro, nuestra vida, nuestro ser, nuestra humanidad.

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